El primer tratado de paz documentado en el mundo

En estos muros del templo de Karnak se adosaron en bajorrelieve
los acuerdos de paz del Tratado de Qadesh. Créditos de la imagen 

 

Ahora que se buscan soluciones de paz para la Guerra de Ucrania, parece que las guerras son las únicas experiencias de la historia de la humanidad en las que poner el foco. Como si el devenir histórico estuviera condenado a determinarse únicamente por la guerra. Sin embargo, desde hace miles de años el ser humano también ha sido capaz de «crear paz». En 'Pax Augusta' os queremos contar una breve historia, que tiene muchas curiosidades, sobre el primer 'Tratado de Paz' documentado de la Historia...


 Según las fuentes documentales se debe considerar al Tratado de Qadesh o Kadesh, como el primer tratado de paz de la historia. Y lo es no sólo por su valor documental –una copia del texto está en la ONU-, también tiene esa consideración al suponer la «primera noticia global», de la que todo el mundo debía estar advertido, del acuerdo de paz entre dos grandes potencias de la época. Hacia el año 1274 a.C. se produjo una batalla trascendental entre los ejércitos egipcios y los hititas por el control de los territorios costeros que hoy conforman el noroeste sirio, el Líbano, Palestina e Israel. Fue, según las crónicas de esa guerra, en los alrededores de la ciudad de Qadesh, situada en la actual Siria. Por eso, el tratado de concordia y paz llevaría su nombre... aunque todavía debieron pasar más de quince años desde esa batalla para firmar el acuerdo.

Otro detalle que significa a este tratado de paz como el primero más importante y documentado, estaría en la minuciosa labor diplomática y legislativa que lo llevó a su fin. Parece que en el recuerdo ancestral de los embajadores hititas estuvo la «guerra eterna» en Sumer entre las ciudades sumerias de Lagash y Umma; y eso que ocurriría casi tres mil años antes, hacia el 4500 a.C. Un conflicto que duró más de un siglo y que parecía nunca se iba a terminar. Cada ciudad-estado consideraba que había ganado la guerra y no era transigente. Lo relativo de las victorias en cada batalla imposibilitaba que una ciudad impusiera sus intereses a la otra. Nunca se cerró un acuerdo de paz y el conflicto se mantuvo hasta el declive de los dos estados ciudad y la llegada a la región de los acadios, con el primer imperio del rey Sargón. 

 Esa guerra sumeria sin tregua es también la primera de la que tenemos testimonios escritos; es decir, en la Historia. Cuando miles de años después los embajadores egipcios e hititas se pusieron a negociar para conseguir una auténtica paz, es probable que conocieran las leyendas sobre esa guerra interminable que maldijo a los sumerios y los llevó a su ruina. Y si no fue así, al menos los diplomáticos hititas y egipcios demostraron una verdadera fe en conseguir lo impensable: una paz justa que beneficiase a ambos imperios. 


Una tablilla de arcilla hitita que recoge el Tratado de Qadesh.
Imagen del Museo Arqueológico de Estambul

Las negociaciones se vieron facilitadas por la buena predisposición de ambos gobernantes. Ramsés II renunciaría a sus deseos de apoderarse de Amurru y Qadesh. A cambio, el faraón consiguió el dominio de las costas mediterráneas orientales que habían sido el objeto de las grandes batallas de hacía tres lustros. También obtuvo acceso a puertos lejanos del Nilo, como el valioso Ugarit –en la actual Siria-. Por su parte, el soberano de los hititas, Hattusili, se comprometió a no invadir y «profanar» las tierras de Egipto. Esto hizo del tratado algo más que una «carta de paz»; también lo fue una «carta de amistad». Desde entonces, ambos soberanos y sus esposas se llamarían hermanos. El acuerdo también afectaba, en todos sus términos, a los descendientes de ambos monarcas. Si la guerra había durado décadas, la paz debía durar siglos. 

 Algo que hizo excepcional a este primer tratado de paz de la historia sería su carácter esencial de concordia y colaboración, algo inimaginable conociendo la rivalidad que había existido entre esas dos potencias de la Antigüedad. Las condiciones son propias ya de tratados que nos parecerían «modernos». Se estableció la extradición de desertores y traidores de un reino a otro; incluso se favoreció el intercambio de prisioneros de guerra y se juró entre ambos ejércitos un solemne «Pacto de No Agresión». Los mismos monarcas sellaron la efectividad del tratado de paz con el envío de cartas de felicitación por el acuerdo y de hermandad

De esta manera, el Tratado de Qadesh pasaría a la historia no solamente por ser el primero con testimonio documental, además por resultar pionero en un primigenio «derecho internacional» de las relaciones entre potencias geopolíticas. De su importancia da constancia el hecho de que el tratado se plasmó en relieves de templos, como el de Karnak; y de que se hicieron innumerables copias en papiro y en tablillas de arcillas, como la encontrada por el arqueólogo alemán Hugo Winckler en 1906 durante las excavaciones en los archivos reales de la antigua capital hitita, Hattusa. Tan bueno fue el acuerdo de paz entre esos dos viejos pueblos que duró más de 120 años, hasta que la invasión de los «Pueblos del Mar» acabó con el dominio hitita en el siglo XII a. C.


“La gran Reina Naptera [Nefertari] de la tierra de Egipto habla así: Hablo a mi hermana, Puduhepa, la Gran Reina de la tierra de Hatti. Yo, tu hermana, espero que estés bien. Que tu país esté bien...” 

(Fragmento de la carta de hermandad mandada por Nefertari a la reina hitita) 



© Gustavo Adolfo Ordoño 

   Historiador y periodista

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