El suicidio del matrimonio Zweig, frente al suicidio de Hitler y Eva Braun

 

El matrimonio Zweig. Cuando se suicidaron él tenía 60 años y ella 33, fue en febrero de 1942

   

 Se puede hacer la alegoría o metáfora sobre que la Segunda Guerra Mundial tuvo un comienzo apuntalado por el suicidio de un matrimonio austriaco con origen judío y acabó en Europa al suicidarse un matrimonio también con origen austriaco en uno de sus miembros, el marido. Hablamos del suicidio del escritor Stefan Zweig y su joven esposa Lotte, y del tan famoso como aparatoso  suicidio de Hitler y su reciente esposa, Eva. En uno, la muerte que denuncia la sinrazón de la barbarie. En el otro, la muerte que mejor representaba el colofón de esa barbarie. Zweig y Hitler, dos austriacos anverso y reverso, cara y cruz de la moneda europea. Stefan Zweig fue un intelectual de «entre siglos» convencido europeísta, un visionario partidario de suprimir las viejas fronteras europeas. Adolf Hitler... ya sabemos lo que fue para Europa. 


Sacando supuestos cadáveres de Hitler y Eva Braun


 Stefan Zweig y su esposa Lotte, llevaban menos de cinco años juntos cuando se suicidaron el 22 de febrero de 1942, en la ciudad brasileña de Petrópolis. Era su segunda esposa, mucho más joven que él, con una injusta imagen de mujer anodina en comparación con la «apasionada» Friderike Zweig, su primera mujer que no quiso abandonar el apellido de casada al divorciarse. Resulta injusto atribuir a la primera esposa ser una mujer de carácter y a la joven Lotte el papel de pusilánime enamorada arrastrada a la muerte por el genio, el hombre al que amaba. Es verdad que Zweig no la mencionó en su nota de suicidio y que nunca sabremos el grado de voluntad que existió en su trascendental decisión. 

Sin embargo, también es posible aventurar que la joven accediese al suicidio por envenenamiento sin ser forzada ante la visión de su cadáver entrelazo de manera calmada y con ternura al del escritor. Así encontraron sus cuerpos en una habitación de la calle Gonçalves Dias, de Petrópolis, Brasil. El país suramericano era el último al que el escritor había llegado en un largo exilio por toda América, huyendo de los nazis. La carta manuscrita que apareció junto a la pareja suicidada, llevaba el título en portugués de «declaraçao»  y luego en la prosa directa en alemán de Zweig aparecía todo un «testamento vital» que explicaba llegar a tan drástica decisión “después de que el mundo de mi propio lenguaje se hundiese y se perdiese para mí, y mi patria espiritual, Europa, se destruyese a sí misma...”


Portada de uno de los libros más conocidos de Zweig.
En la web de la editorial Verbum


 En la actualidad Stefan Zweig sigue siendo considerado uno de los más grandes escritores europeos de la historia contemporánea. No obstante, y curiosamente, su prestigio y gran reconocimiento no «brilla» de igual manera que en su propia época. Zweig era, en cierta forma, admirado hasta por sus enemigos y rivales. Su notoriedad era alabada por amigos de la talla de Sigmund Freud, Joseph Roth, el científico Albert Einstein o el músico Richard Strauss. Nada más elocuente de ello que la admiración excelsa profesada por escritores con el premio Nobel de Literatura, como Thomas Mann  o Romain Rolland

Podría ser que ese demérito actual esté influido por un viejo prejuicio. Como intelectual judío, el Estado de Israel ha estado protagonizando sus efemérides y ha comprado para su Biblioteca Nacional los últimos manuscritos encontrados del escritor, como esa nota de suicidio de 1942. Aunque les cueste reconocerlo gran parte de la intelectualidad izquierdista, posicionada con la «causa palestina», encuentra en Stefan Zweig un incómodo icono judío, intelectual de la socialdemocracia, al que llegan a identificar («rebajar» para muchos), en realidad, con un pensamiento de «centro liberal». Recuperado en sus obras por pocos intelectuales actuales, sobre todo tras la muerte de uno de sus mejores divulgadores, Tony Judt, el escritor de legado austrohúngaro, en cambio, es editado y reeditado constantemente en sus obras literarias y ensayos históricos.

 Aunque el «autor suicida» fue un escritor de éxito en vida, apreciado por público y crítica, tuvo episodios depresivos y pesimistas toda su vida. Confesó a su primera esposa la intención de suicidarse de joven. Es más, según cuenta en una biografía que escribió en 1948 esta mujer, Friderike Zweig, su marido Stefan le pidió más de una vez suicidarse juntos. No se sabe si es pretensión de notoriedad y deseo de «robar» el acto trágico que sí realizó la segunda esposa, aunque de cierto sería indicativo del profundo carácter depresivo de Zweig. Una compleja personalidad que, en cambio, demostraba una profunda humanidad. En más de una charla con esos amigos tan prestigiosos como él, confesó sentir por uno de sus escritos mayor satisfacción que por ningún otro.      

Ese texto del que se sentía tan satisfecho era una carta a Mussolini reclamando clemencia para un condenado a muerte por actividades antifascistas. Gracias a ese texto que logró conmover y convencer al dictador italiano, el joven socialista Giusseppe Germani se libró de la pena de muerte y sólo fue desterrado a una isla cercana a Sicilia. Sería una de las escasas ocasiones en las que Stefan Zweig encontró «verdadero sentido» a su prolífica producción literaria.   


«Ojalá veáis el amanecer tras esta larga noche; yo, demasiado impaciente, os precedo»

Stefan Zweig (1881-1942)



© Gustavo Adolfo Ordoño

    Historiador y periodista 

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