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Una mujer mira a la cámara que fotografía una calle de Valencia capital llena de barro tras la gran riada de 1957 al desbordarse por intensas lluvias y torrentes el río Turia que la cruzaba |
Cañas y barro es el título de la novela de Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) escrita en 1902 y son ahora también palabras repetidas de vez en cuando por los informadores y testigos del desastre natural reciente en Valencia. Un amasijo de cañas y barro era lo que bajaba por los enormes torrentes y cascadas, generado tras el paso de una excepcional Dana (excepcional por culpa del cambio climático) el pasado 29 de octubre de 2024. Cañas y barro en torrentera a la que se sumaban vehículos arrastrados como hojas caducas por las trombas de agua donde viajaban todos estos ingredientes. Personas también arrastradas según testigos, el ingrediente que nunca debería haber tenido esta masa de barro y caña que de nuevo asoló esa zona de España.
En la novela de Blasco Ibáñez, el protagonista regresa de la Guerra de Cuba a su pueblo en la Albufera valenciana y el único dramático cambio que observa es ver a la mujer de su vida casada con un rico comerciante para salir de la pobreza. Ambos jóvenes eran aldeanos de El Palmar, una localidad dedicada al cultivo del arroz y la caza de patos aprovechando las crecidas de la gran albufera creadas por los torrentes de ríos y arroyos que allá desembocan. Pero esa forma de vida cada vez resultaba más precaria y dependiente del arbitrio climático. La joven deberá casar con un adinerado y el apuesto aldeano marchar a servir a la patria allende los mares.
No es un dato forzado, el naturalismo documental en la obra de Blasco Ibáñez nos permite entender los obligados cambios sociales que se apreciaban a los inicios del siglo XX en esa particular comarca valenciana y en el resto de las regiones rurales españolas. A pesar de tener un argumento central basado en el romance y adulterio, podemos observar con detalle el retrato social del momento. Como las gentes de esa tierra ven también en ella, en su particularidad orográfica, otro personaje más; incluso, otro antagonista o rival más que aparece en sus vidas.
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Captura de pantalla de la web del Instituto Geográfico Nacional con la zona sur de Valencia donde aparece el hoy Parque Natural de La Albufera, la comarca de la novela Cañas y Barro. También se pueden ver muchas de las localidades afectadas por la Dana de octubre de 2024 |
En 1957 ocurrieron muchas cosas «catastróficas» en la España de Franco. Todo se acumuló en un otoño nefasto que trajo la gran riada en Valencia el 14 de octubre de 1957, la preocupación por el incremento de casos de la Gripe Asiática que había llegado de China y una guerra ocultada en su gravedad a la opinión pública: la Guerra de Ifni entre noviembre de 1957 y la primavera de 1958. Un panorama internacional controvertido y de inquietudes nacionales de todo tipo que, salvando las distancias, recuerdan a las vividas en este último lustro: pandemia Covid-19, Gran nevada Filomena, volcán de la Palma, guerras internacionales (Ucrania, Gaza) y ahora, octubre 2024, otra gran riada en el sudeste español.
Aquel año de 1957 España tenía un Jefe del Estado que era un dictador artífice de un régimen que llevaba su apellido. Las soluciones que se dieron en la dictadura de Franco a todos esos problemas de ese convulso año son todavía «cuerpos presentes» para la investigación histórica. En el caso que nos trae, la llamada Gran Riada de Valencia del 57, existe una imagen positiva de las gestiones franquistas llevadas a cabo para solventar las consecuencias desastrosas de la riada y para evitar potenciales inundaciones. Se trata del llamado Plan Sur, un mega proyecto de ingeniería civil aprobado en 1958 consistente en desviar el cauce del río Turia al sur de la ciudad, evitando así futuras inundaciones de sus calles.
Sin embargo, ese gran proyecto que se llevó a cabo en una década (1962-1972) con grandes inversiones se estaba beneficiando del cambio de gestores económicos en el régimen, con la entrada de los tecnócratas del Opus Dei. No sería un mero dictamen personal del dictador. Además, en los primeros meses de la tragedia de 1957 las reacciones iniciales fueron tan similares a las actuales de esta triste última semana de 2024 que se puede considerar no ser significativo el régimen ni el sistema político que aborda la tragedia. En octubre de 1957 también fueron cientos de voluntarios los primeros en reaccionar para limpiar de barro las calles de la ciudad y crear grupos de rescate de personas atrapadas en sus casas.
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Otra imagen de la Gran Riada del 57 donde se aprecia la actuación del Ejército con un puente provisional para sustituir a los hundidos por la tromba de agua, cañas y barro |
Por tanto, aunque las autoridades fueron tomando protagonismo y planificaron la obra de desvío del cauce, un acierto de ingeniería civil, los primeros meses los valencianos fueron atendidos por los mismos valencianos y por el Ejército. Este último era utilizado por el régimen franquista para todo, pero es verdad también que era (y es) una de las instituciones mejor valoradas por los españoles.
Incluso se dio un caso de «protesta social» simbolizado en la vehemente queja del alcalde de Valencia en esas fechas, Tomás Trénor, ante las más altas autoridades del Estado, incluido Franco, por la lentitud en recibir las ayudas prometidas. Estábamos a mitad de 1958 y el alcalde Trénor se quejaba de las mínimas acciones realizadas. Las simpatías y el apoyo de los valencianos a esa actitud de su alcalde fueron discretas por estar en una dictadura, aunque en esencia suponía la misma intensidad que si hubiesen tirado barro a la comitiva que les visitó.
De hecho, el alcalde Trénor fue inmediatamente destituido pero en esa misma semana que le cesaron, curiosamente, aumentó la ayuda de manera tan notable que su defenestración política se considera el revulsivo de las mejoras en la ciudad. Cuenta una de las «leyendas franquistas» que Franco tras ordenar el cese del edil valenciano, acto seguido descolgó el teléfono para llamar a la embajada de Estados Unidos y pedir los 150 camiones de la obra en el puerto de Rota para la base americana que ya estaba terminada. Deseaba que fuesen de inmediato a trabajar en las tareas de desescombro de Valencia.
No sé ustedes, pero servidor en democracia no me importaría el «cese fulminante» de alguien (ponga a su criterio al sujeto), sea justo o injusto, si eso sirve de revulsivo para que de una vez se ayude a los damnificados por esta actual y ya histórica Dana de 2024...
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